La sociedad ha experimentado un cambio desde la aparición de Internet jamás imaginable hasta su llegada. Sus orígenes se remontan a 1969 cuando surgió en Estados Unidos la primera conexión entre computadoras llamada ARPANET, aunque su desarrollo no se consolidó hasta la aparición de la World Wide Web (WWW) veinte años después y que utiliza Internet como medio de transmisión.
Lo cierto es que esta invención estadounidense ha ido in crescendo a un ritmo frenético al que solo unos pocos han preferido no acceder. De hecho, el 67,2% de los españoles usa habitualmente Internet según la web Internet World Stats, lo que equivale a 31.606.233 usuarios.
En un principio, el uso que los internautas hacían de esta conexión simplemente se asociaba a búsquedas concretas de información. Sin embargo, con el desarrollo de Internet también ha ido progresando el perfil del individuo que lo utiliza a diario, produciéndose así un cambio en su mentalidad. Antaño, aquellos que accedían a la red tenían una visión radicalmente opuesta al concepto que hoy tenemos de Internet y esto, al menos a mi modo de ver, está relacionado con el uso que ahora hacemos y que en la antigüedad era impensable.
Por su parte, la primera red social surgió apenas cinco años después de la aparición de Internet, revolucionando por completo la ideología que los internautas hasta ese momento trataban de conservar. Sí. Estamos en la era de las nuevas tecnologías de la información, en la era de la red social, en una época en la que los usuarios honran la comunicación y brindan plácidamente por ella.
Ya no añoramos la presencia de alguien cuando emigra en busca de alternativas en el extranjero, ni nos preocupamos por adecuar nuestra vestimenta al perfil de la empresa a la que acudimos en busca de empleo. Ya olvidamos la arcaica interrogación de: “¿para qué estudio idiomas si no voy a salir de aquí? Con el mío es suficiente.” Ahora contamos con servicios que incluso nos promocionan internacionalmente sin tener que salir de casa, que hacen el trabajo por nosotros cuando queremos salir a trabajar y estudiar fuera y no sabemos cómo traducir ni nuestro título ni nuestro currículo. Ahora vivimos inmersos en un mundo de conexiones, de relaciones a nivel mundial en el que Internet, sociabilización e idiomas se han convertido en amigos íntimos.